martes, marzo 28, 2006


El último tango masivo de Warnken

Desde que empecé a ubicar la llamativa figura en los medios de Cristián Warnken, en un novedoso proyecto radial que conjugaba ángeles poéticos al alero de la antigua Radio Concierto, sus pasos comunicacionales me resultaron muy necesarios.
Y escojo precisamente este adjetivo porque en aquella pequeña isla mágica de diálogos hipnotizantes que nutrían varios pasajes del recién cancelado programa televisivo “La Belleza de Pensar”, el impulso descubridor de internarse hacia los lados más insondables del creador nato fueron un paso iniciático demasiado refrescante.
¿Cómo olvidar la divertida conversación que sostuvo con el multidisciplinario artista Alejandro Jodorowsky o la intimidad reflexiva que demostró, en su “primerísima persona circunstancial”, el novelista barcelonés Enrique Vila-Matas?. O aquella constante vigilia deslumbrada que parecía proyectar al analizar la obra emanada por Rimbaud y sus constantes citas sobre el poemario recurrente del inquisitivo Enrique Lihn.
Por eso y con el mal sabor momentáneo
del alejamiento de Warnken de la “exposición masiva”, ya que también su espacio radial no continuó este año, los hipócritas lectores- que él siempre tanto aludía- deberían de lanzar su repudio al unísono.
Sin más ahínco
que seguir escuchando una epifanía húmeda y alusiva a ferrocarriles nostálgicos, en las líneas de Jorge Teillier que acostumbra a leer, habrá que hacerse sentir. De una forma sutil, algo volátil, con sutilezas de las líneas mejores concebidas.
Quizás si me lo topara cerca del Parque Forestal, indómito frente a ese libro embriagador que es atesorado por el propio Warnken en su “reducto” amable llamado Café Mosqueto, me sentiría llamado a hablarle.

El comentario atingente o, mejor dicho, la excusa perfecta vendría siendo la razón del término de su relación contractual con la televisiva estación católica. Eso si es que su cara no denota concentración acérrima al leer sus hojas del momento, de la misma forma que lo expresaba cuándo “entrevistaba” a los alienantes personajes que él divulgaba.

martes, marzo 21, 2006


El Hombre Que Alucinaba Demasiado...


Hablar de Timothy Leary es intentar dar más de una vuelta a las diferentes búsquedas espirituales y psicológicas que puede llegar a albergar la heterogénea conducta humana. Y aunque la frase anterior resulte rimbombante, bastaría con interiorizarse en los vistosos pasajes biográficos de este experimental psicólogo estadounidense, para entender que su labor pasó por merodear en los diversos estados alucinógenos de aquellas drogas contingentes, proliferadas a los cuatro vientos, en los sesentas.

En su momento, Leary era un respetado académico de Harvard que no imaginaba los resultados de sus “resplandecientes” juntas con el poeta “Beat”, Alan Ginsberg. Ni menos que obsesionarse en estudiar empíricamente la LSD, sustancia utilizada en su origen en tratamientos de pacientes alcohólicos, marcaría sus adictivos pasos y su exclusión de los tradicionales círculos intelectuales. Pero, poco o nada pareció importarle eso.

Sus ganas de comprobar que los efectos positivos en el ámbito creativo que producía las drogas psicodélicas, además de creer fervientemente en evadirse del entorno belicista- reinante en la bipolaridad ideológica absoluta de la “Guerra Fría”- detonaron su disonante actuar.
Leary, quién en sus últimos meses consumía un condimentado cocktail de estupefacientes, recomendaba el ritual introspectivo máximo leyendo la reconocida prosa de otro clásico escritor sedicioso, como lo fue Hermann Hesse.

Hesse es el maestro de la vivencia psicodélica y su aplicación. Antes de una sesión de LSD, deberían leer “Siddharta” o el “El Lobo Estepario”, una lección impagable de sórdida eyaculación literaria”, aseguraba.

A propósito de los comienzos estudiantiles del aterrador mes de Marzo: ¿Se imaginan que frente a vuestros ojos de mechones desorientados, en la respetada aula del saber, aparezca muy suelto de cuerpo un profesor de la talla del virulento Timothy Leary, lanzando sus más viscerales planteamientos?.
No, creo que sería muscho...

martes, marzo 14, 2006


///Mi Copiloto Gabriel///

Por esas circunstancias impensadas, últimamente he tenido que efectuar varios breves viajes automovilísticos, de algo más de 120 kilómetros. Y con el insistente entorno del abúlico paisaje, que a estas alturas resulta bastante rutinario, un viejo álbum setentero ha retumbado fuerte en mis antojadizos tímpanos.

Fiel a su estampa del acompañante auditivo idealizado, un músico reconocido por muchos gracias a sus publicitadas acciones sociales y reconocidos singles radiales, lanza sus experimentales melodías, entre los dos lamentables peajes que se deben cancelar.

Es el mismísimo Peter Gabriel más chascón que intentan pegar el “rasguño” inquietante desde la carátula, en aquella versión remozada de 1978, post salida abrupta de los entonces teatrales Genesis.

Son las motivaciones de un compositor ya empantanado en el avasallador éxito comercial del otrora quinteto inglés, obsesionado más allá de las comentadas actuaciones dramáticas que lo cobijaban en el escenario, en las sietes producciones musicales alcanzadas con sus prolíferos amigotes del Rock Progresivo.

Eran años donde Gabriel cantaba sobre el cómo formar un hogar dulce con aquella muchacha mágica y sus perspectivas giraban en torno a la colorida escena que decía contemplar. Todo esto en sus primeras aventuras artísticas en solitario que, para el dolor de cabeza de su sello, no tenían título y solamente eran distinguidas por el diseño gráfico.

Gotitas siempre difusas del Avant-Garde menos críptico, conceptuadas en once tracks que tranquilizan a cualquier solitario conductor.

domingo, marzo 05, 2006

Iggy Pop y El Constante Presente Continuo Del Que Nace Iguana, Muere Rockeando

Tras un par de cambios internos en la formación original de los caóticos The Stooges, el escaso apoyo masivo recibido en su momento por el antecesor álbum "Fun House" y la abrupta salida del sello Electra, el futuro musical se veía muy incierto para cuatros alucinógenos espadachines del ensordecedor Rock corrosivo; que se alzaba a principios de los setentas.

Iggy Pop sólo provisto de algunos de sus fantasmagóricas aflicciones que ya provenían por una infancia tímida, escuchando largas jornadas aquellos discos emancipadores de los Doors y gruñendo la voz del que no tiene "nada que perder", construyó un álbum lanzado sin piedad, a la yugular más conservadora.

"Raw Power"
fue el último gemido nihilista de un cuarteto predestinado al sopor eterno, en donde se combinan los tiempos algo más compuestos entregados al interpretar un Bluesy, que está latente en "I Need Somebody". O el tema que da nombre al álbum, el cual desata la contrapartida rabiosa hacia los "bien intencionados" mensajes del hipismo imperante, confirma lo innegable. Sí el propio David Bowie compondría aquella cofradía luminosa, mezclando dicha producción discográfica, el resultado debería ser decidor...


En ese entonces el manual para el aprendiz virginal, heredado del estadounidense concepto sonoro anclado en el "Garage Experimental", tenía una reedición en cada movimiento de la iguana inconformista... Para allá, para acá, a torso desnudo, arropándose al pedestal de un micrófono indefenso, declarándole el sexo melódico más seminal.

Tan obsesivo como locuaz en contenido Iggy Pop, quién continúa deambulando tranquilo bajo el nombre civil de James Newell Osterberg, haría notar la importancia de tragar saliva y proyectar un sonido más allá de sus propias narizotas disonantes.

Cómo para tenerlo muy en cuenta...