lunes, octubre 06, 2008

Línea Oblicua

A veces pasamos largas horas allí, quietos y guarecidos en lo que queremos exigir. Sin considerar todo lo que entregamos fielmente, sumándonos desmedros bajo malos entendidos.
Así vuela un pájaro triste cantando que habrá aguacero por el norte y así, también, están sus alas golpeadas que no trepidan en darnos la bofetada que debería hacernos entender. Y de paso, hacernos más reales.

A contraluz está nuestro interior que se ciega y no entiende, que sigue cuajando hacia lo que nos daña, como si acaso ese camino alguna vez hubiese sido viable para el más avezado conductor de sensaciones oblicuas.

No queremos disimular que algo nos duele, pero terminamos siendo soberbios y recayendo en las mismísimas imágenes que ya deberíamos de coleccionar a rabiar.

Las contabilizamos, decimos con pulcritud que las entendemos. Están al costado bajo la vereda, tendidas… no suman. Se divagan en el escenario con diálogos ingenuos, caminatas cerradas, amarguras cutáneas que se van al tragar saliva.

No sabemos dimensionar una letra, unas cuantas líneas escritas que no se lanzan porque sí, ni menos tienen un origen insípido o relamido.

Dejamos que quien escribe siga deambulando por las cuadras de aquella ciudad silenciosa, acallada en día feriado, sin reparar en cuantos pasos se han dado para llegar a concebir la métrica de la oración. Del sentido más bien sentido que tiene el desparpajo por desnudarse frente a la hoja en blanco.

No regalamos entendimiento fecundo, sin mediar una moneda conveniente a cambio, porque ya es institucional que las transacciones humanas/comerciantes fragüen frentes a nuestros narizotas. Y nadie se incomoda, ya que el decálogo lo descifra muy bien.

Cobijamos lo que supuestamente queremos darnos, ensalzamos con pie de página a los rostros que nos dicta la moral social en lo acordado, embolinándonos la perdiz en lo sustancial… lo perecedero.

Es decir y en palabras más conducentes: “No entendemos bien, porque no queremos entendernos, verdaderamente”.