sábado, septiembre 06, 2008

Tele-Vélis

Llego cansado a mi casa, después de una tarde larguísima en el trabajo, en donde el colapso se apoderó del todo…
Me tiro sobre la cama, quiero descansar y casi por esa inercia del hábito mal entendido prendo la televisión para llegar de rebote a sintonizar el cable.
Es allí, justamente a esa hora y lugar, que aparece el rostro siempre bien compuesto del periodista Héctor Vélis-Mesa en la escenografía que acoge la entrega informativa respectiva.
El habla con esa especie de documentación mental extrema, narrando sobre uno de los tantos libros que, me imagino, posan minuciosamente en su velador cada noche.
El habla, mejor dicho: comunica empleando las óptimas palabras audibles que se llegan a conocer, gracias al amplísimo manejo del correcto uso del idioma, porque simplemente expresa lo le gusta y quiere.
Habla o siendo rigurosos en el verbo a emplear, comenta sobre libros.
Vélis-Mesa sabe perfectamente que su aparición en la pantalla durará sólo unos cuantos minutos, trasformándola en fugas.
Sabe, lo entiende a cabalidad, que es complejo que llegue a conducir un programa televiso. Y, a lo más, aventuró a asegurar que lo relativamente cerca de esa instancia sería el concretar algún proyecto cultural trasmitido en la señal del cable. Así de pasada, muy al andar.
Cuando vuelvo a concentrarme en las imágenes, Vélis-Mesa sonríe constantemente frente a la cámara mientras sigue desenredando pequeños indicios narrativos de la historia que se encarga de contar parceladamente. La del libro, obviamente.
Se ríe porque se da el gusto de difundir en sus propios conceptos lo que el tanto degusta. Lo que a él le ha servido para entender el mundo desde múltiples y heterogéneas formas.
Después de verlo sentado allí, atino a visualizar la siguiente antojadiza escena en donde Vélis- Mesa se para del set despidiéndose caballerosamente de los restantes periodistas.
Se va.
Emprende el camino hacia el estacionamiento del canal con la sensación impagable de haber dado lo mejor de sí, en veloces segundos que no son destinados al azar ni a la desidia.
Son sus milimétricos instantes de “masividad” bien ganados, en donde quiere compartir un cúmulo de sensaciones o reflexiones referente a una trama. Su trama, la cual ocupó su interés abriéndole de mejor manera la ventana intangible de quienes creen en el sabroso duelo eterno de la ficción frente a la realidad. O viceversa.
Ya no me siento tan agotado y me paro de la cama.