jueves, febrero 02, 2006


Duales

No podría precisar que estaba pensando en ese minuto, ni lo pedante que parecía ser mi postura. Tampoco porque debí de estar allí. Fue en el majadero ejercicio de arrugar servilletas que ellos aparecieron, alucinando el lugar tan público y concurrido.
En el local que solía ocurrir lo rutinario, reducto del paisaje veraniego y algo insistente, dos risotadas alargadas se encontraban. Dos que se prestaban coincidencias, repitiendo los compases más locuaces de un tiempo pendiente, siendo digno del paréntesis que caía sin goteos plásticos.
Eran devenires de códigos intachables, una ausencia sólo de estar, sin concluir en la sunción e hipnotismos del ser pequeño que solamente quería contar historias. Así, sentado en la silla respectiva, él empezó a enumerar sus frescas vivencias.
Desde el púlpito impensado, como siendo el inconsciente espectador, yo no sabía que hacer. No sé sí las imágenes que vinieron fueron muy repentinas o las ganas de anclarme en la situación eran contundentes. Tan hilarante era la presencia de esos dos espíritus cómplices, que las ganas de diluirme en los dobleces de las famosas servilletas, ya me resultaban espantosas y superficiales.
Era el ambiente contagioso,
los cantos que disfrutaba un niño despierto, las evidentes sensibilidades que ponían la piel de gallina, porque debía de ser así.
¡Todo eso y yo, desprovisto de las palabras que me cobijan!.
Porque para que estamos con cosas, yo me veía incapacitado de capturar esos diálogos secretos, esas miradas que cuajaban suavemente, aquellos tonos del reencuentro propicio y las válvulas que cedían.
Yo, desprovisto del terrible escritor por casualidad, estaba al borde de la cancha. Yo, quién creía vestirme de las metáforas más refinadas, me encontraba torpe. Yo, grandilocuente a la hora de lanzar sentencias agrietadas, me desesperaba al ver el correr del reloj.
Ellos, susurrándose alegría por los poros y haciendose pares, me remecieron por completo. Creo, no estoy seguro, que el padre insistía que el pequeño era "de acción". Que esa simple oración sin racionalidad, significaba la delimitación de sus propios desafíos tempraneros.
¿Era "de acción"?. ¿Era un encuentro que marcaba continuidad, diciéndose mutuamente "cuando nuestros extremos quieran"?. ¿Era que sí o el manoseo a las servilletas traslucías las primeras consecuencias alucinógenas?.
Cuando atiné a reaccionar, la jovencita del delantal me preguntó protocolarmente si seguiría consumiendo algo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

tu relato es muy tierno, te felicito por eso.

marze pac dijo...

para que luego no digas que nunca paso por aqui..

buen relato, y confieso, yo siempre doblo las servilletas.

saluos

Cursivas dijo...

Sabes que, fue increíble leerte.
El uso de un lenguaje extenso, palabras que hacen formas, no se ve muy seguido.
Me sorprendí gratamente...

...Volveré.

Saludos,

Mary Rogers dijo...

El otro día, en el encuentro de los bloggeros Roberto Arancibia dijo algo muy sabio: lo bueno y lo difícil está en encontrar lo simple. A todos nos pasa. Lo importante es la ternura de lo que rescatas y ese acto cotidiano de las servilletas que finalmente nos sitúa en la realidad.

Un abrazote

Die Walküre dijo...

Bellas palabras, concuerdo con paulanada; bastante emotivo...
Las imagenes siembran ternura...
Todo pasa delicadamente, incluso en ese servilleta...
Cuidate mucho!
Auf Wiedersehen!