miércoles, junio 01, 2005

En Ese Otoño Que Volvía En Sí


Al parecer, Gustavo ya traía en sus genes ese espíritu creativo, un tanto impositivo de querer materializar cambios melódicos. Ese motor accidental de agarrar la guitarra y, cuál combatiente postura del rockero proactivo, lanzarse a la vida. Sin anestesia, ni considerar voces que dictaminen: “Quizás, no sirves para aquello”.
Gustavo es uno de los genuinos representantes de la venidera generación del proponer, más que oponer. Aquellos que sobre la marcha arreglan la carga y que consideran a la abúlica acción de su eventual público, como un ritual terapéutico.
Y en sus extensos dos años de vida sensorial, ya había almacenado algo de background musical, que pretenciosamente le autodeterminaban un camino a seguir.
Todos iconos sueltos de la cultura pop, muy antojadizos y breves. Todos que andan dando vuelta, al ritmo de las personitas más empinadas físicamente.
Entre tantos tracks de cuna hipnótica, cuentos de principitos celestiales, sumadas a las sinfonías tranquilizadoras de Beethoven o cancioncitas juguetonas de “31 minutos”, la decisión estaba tomada.
Sin dudar, publicó en un especializado Web Site de cultura independiente, el anuncio destinado a conseguir músicos.
Quería sentirse importante, por algunos minutitos y armar su propia banda. Quería probar. Intentarlo.
Porque entre hacerlo y no hacerlo...

Una tranquilizadora tarde otoñal de domingo, sufrió inesperados giros, cuando algunos personajes desfilaron en su esquemático living, pidiendo ser escuchados.
Mientras Gustavo intentaba sacar numerosos acordes en su compinche charango, llegó golpeando decididamente la puerta, un demonio compulsivo muy singular.
Era Taz, un enfático y directo animal, quién con soltura inesperada ingresó raudamente al lugar. Aquel demonio inclasificable, algo pequeño y enmarcando su mirada en risueñas cejas, vestía una desteñida polera de Los Ramones. También traía puestos unos desgastados pantalones cortos. Y como siguiendo un camino llamativo, emergía hacia el bolsillo derecho, la distintiva cadena metálica.
Aquella decisiva resolución en el actuar, volcaba un interés impensado, en saber el porqué de la repentina visita.
Al ingresar al living, sin dudas entorpecedoras, giró irracionalmente hacia varios lados. Y amparándose en la epiléptica acción del eterno giro trompístico diciochero, se detuvo frente a Gustavo. Luego, con respirar entrecortado y ojos enormes, sólo atinó a interrogar, en forma jadeante:
-Pelao. ¿Adónde teni las guitarras?.
Gustavo algo carente del gesticular lógico, no atinó a decir nada. Y antes que pudiese acomodarse en su cálido asiento, Taz tomó el charango y comenzó a arrancarle violentamente rápidos riffs, incomprensibles para los oídos del pequeño anfitrión.
-Tengo una letra sobre la legalización de la marihuana- gritaba el descomunal Taz, al empuñar esa verdadera diatriba social que pretendía fecundar.
Se notaba con rabia forzosa. Con ganas de emerger del asiento grupal y decir, “¡Aquí vengo yo!”.
-Pelao, ¿Hay escuchado a Dead Kennedys, Crass, Vulpess o Flema?. ¿Hay leído a Henry Rollins?- interpelaba con ímpetu el precipitado Taz, quién desencajaba más a Gustavo, que a esas alturas sólo estaba muy preocupado por los predecibles daños que sufriría su adorado charango.
Entre tantos irritantes estruendos o gritos veloces que este demonio contestatario desarraigaba conjuntamente del indefenso instrumento, Gustavo llamó la atención de Taz, moviendo sus manos hacia los costados. Haciendo un gesto sedante.
-Sabes, me pillaste de sorpresa. Mejor yo te llamo y nos ponemos de acuerdo para juntarnos la próxima semana- atinó a proponer, en forma evasiva.
Taz lo miro de reojo, lanzó con soberbia el charango hacia un lado y con la misma rudeza inicial, comenzó a dar convulsionados remolinos.
Vueltas y vueltas, dale que dale. Molestia evidente que seguía brotando en Taz, esta vez por el recibimiento abúlico del frío niñito.
Así, sin más que más, enfiló la retirada por la entreabierta puerta.
A lo lejos, Gustavo creyó escuchar algunos insultos que seguramente eran destinados a él. Pero, que tanto.
Ese furioso ser, indomable de estratosfera, ya se había retirado de casa.

“Hogar dulce hogar”, parecía retumbar inconscientemente en la cabeza de Gustavo, después de una experiencia tan imprevista. Pero antes que atinara a recordar cuál era el acorde preciso en el charango, nuevamente la puerta fue golpeada.
Esta vez, un delgadísimo perro vestido con una polera amarilla, pelo rigurosamente desflecado, lentes de sol, pequeños audífonos en cada oreja y actitud displicente, parecía ser la segunda visita insospechada, de aquella tarde.
-Compadre, con sólo verme ya te darás cuenta a lo que vengo- lanzó matizando con la sonrisa forzada del engreído auto referente, el perro colorido, quien en su mano izquierda traía una lata de bebida energizante.
-Perdón, Compadre, pero no te entiendo. ¿Dónde está el Notebook, el Samplers, los sintetizadores?, ¿Con que Software trabajas?- preguntaba el inquietante perro, mirando con indiscreción irrespetuosa, cada rincón del ordenado living.
Al pasar el altanero bla bla protagónico, el perro vestido de amarillo le contó que también se presentaba como Dj Minimal Dog, los fin de semanas.
-Tú sabes, sólo para pinchar vinilos en eventos producidos por amigos- se vanagloriaba, sin cansarse. También empezó a decir que Quivver es de lo mejor, que fue decepcionante lo último de New Order y encontraba un poco snob el “programita” de la Amenabar en Concierto.
Cuando comenzó a comentar que si no fuese por la mediatizada estrategia de marketing Marciano no existiría, Gustavo recordó la salvadora excusa, antes ensayada.
-¿No te parece mejor que yo te llame y así instalo acá el PC de mi habitación, para que concretemos algo?.
En esta ocasión, el perro sintetizado no parecía muy entusiasmado con la idea. Y seguía mareando verbalmente, asegurando a la pasada.
-Tenemos que diseñar urgente un Web Site. Me late que podríamos armar escena con Bitman & Robin. ¿Qué te parecen ellos?.
Finalmente, Gustavo entre disimulados forcejeo “invitó” a Dj Minimal Dog para abandonar su casa.
Hondo respiro. Tranquilizador.
Eterno, dio al ver que ese perro acantinflado se había ido de su casa.
Ahora sí que sí, se pregonaba internamente Gustavo. Hasta que...
Por un momento pensó en no abrir. Podría ser el punk maloliente de Taz, quien volviera molesto con su indeseable patota de remolinos ilógicos. 0 que el insistente perro electrónico, quisiera dejar minuciosamente anotado su mail, aventurando cualquier contacto.
Pero, en fin. ¿Qué más desquiciante se podría esperar, en una fría tarde otoñal?...

Un conejo de avanzada edad, mediana estatura, pequeños lentes ópticos, elegante sombrero negro de copa y envuelto en un estilizado abrigo del mismo color, aparecía detrás del umbral de la puerta. El insoportable humo que emanaba de la pipa que fumaba, parecía englobarlo más en aquella aura misteriosa y seductora.
-Buenas tardes, hijo. Creo que alguno de tus padres publicó un anuncio para audicionar músicos- dijo con profunda voz, el peculiar visitante.
-El anuncio lo puse yo- rebatió titubeantemente, el deslumbrado Gustavo.
-Perdón. ¿Tú?. ¿Tú?. ¿Tú pretendes formar una banda musical?. ¿Tú?- insistió con un tono burlesco, el veterano conejo del abrigo refinado y pipa llamativa.
-Por lo menos, déjame pasar. No te imaginas lo cansado que estoy, porque ha esta edad cualquier esfuerzo físico se siente el doble. Además que no me fue fácil encontrar la dirección- prosiguió quejándose.
-Sabes, desde que estaba acá el estadio de la Católica, no andaba tanto por Independencia. Bueno, seguro que ni sabes de esos tiempos que vinieron después, en donde uno iba con la familia a ver los clásicos y no existía riesgo de nada. Si perece que fuera ayer, cuando veía los tremendos pases que daba el “Cua Cua” Hormazábal. Claro que, en esos años, todos aplaudíamos si el rival lo merecía y se disfrutaba de verdad el fútbol.
Quizás conmovido por aquellas nostálgicas palabras, Gustavo atinó a invitarlo a sentarse en el sofá principal del living. El experimentado invitado sorpresa, con elegancia de felinos pasos inaudibles, se desprendió de su abrigo y empezó a mirar hacia las murallas.
-Pero. ¿Dónde quieres que deje mi abrigo?. Porque con tantas historia que tiene en el cuerpo, no pretenderás que lo ponga en cualquier mugroso asiento- se volvía a quejar, con vigor irritante.
Gustavo sin murmurar sonido alguno, tomó el abrigo, con un respeto fulminante. Cómo si dicho pedazo de pesada tela perteneciera a aquel iluminado chamal espiritual y él fuera un servicial súbdito anónimo, lo cogió cuidadosamente, para llevarlo a su sofá favorito. A un costado del charango, parecía verse omnipotente, pensó por algunos segundos fugaces.
Cuando miró nuevamente con más detención, pudo observar que el conejo nacido de la nada circunstancial, vestía una jardinera de tela azul oscuro. Debajo y en forma muy ordenada, una camisa negra, que nunca pudo descifrar de que material era. Y lo que más cautivo la mirada de Gustavo, en los primeros minutos de ese monólogo del sempiterno recuerdo, fue la gris corbata señorial del carismático conejo.
En un momento de sus pronunciadas palabras, el visitante de actuar cautivante, mencionó que se llamaba Topin.
¿Topin?. ¿Topin?.¿Así que Topin?. ¿Topin?, Le retumbaba risueñamente en la mente de Gustavo.
¿Cómo alguien, con esa envergadura física, aquellos pasos distinguidos y palabras tan atrayentes, podría llamarse así?. ¿Quizás sus padres le habían jugado una broma de humor negro al nacer o podría ser un extraño apellido de conejos nórdicos?.
Por largos pasajes, Gustavo estuvo tentado en interrumpirle y preguntarle sobre ese irrisorio nombre que decía tener. Pero, ¿Sería conveniente el detenerse en un detalle que podía sonar tan superficial?. O planteado de otra forma, ¿Un experimentado conejo, que trasmitía por sus poros sabiduría alucinadora, sería tan trivial para comprender la simple pregunta preguntona?.
Gustavo prefirió callar y seguir absolviendo muchas historias lejanas e incomprensibles.
Aquellos eran minutos preciosos. Y se debían de aprovechar al máximo.
-Soy multiinstrumentista. Desde pequeño, mi padre estaba obsesionado con que conociera la música docta y me incentivo todo lo artístico. Después estudiar en el conservatorio, fue el paso lógico- relataba como si estuviese leyendo un formal discurso, el conejo acaparador de miradas.
-Con el tiempo, empecé a rehuir toda esa metodología. No quería más, nada de nada. Pero, todavía recuerdo que quedé con mis largas orejotas peinadas hacia atrás cuando escuché por primera vez a Albert King y Chuck Berry.
-¿Sabes?- acotó Topin, quién observó por primera vez los obedientes ojitos celestiales del unipersonal oyente del instante, -esos sonidos tan desquiciantes eran nuevos para mí- terminó de agregar, involucrándose más sensitivamente en el relato.
-Y lo que siguió, fue el enamoramiento con una guitarra Stratocaster, que se trasformó en la única compañía de largas tardes. Creo que me sentía tan orgulloso de ella, como si hubiese conquistado a la niña más bonita del barrio. Aquella que todos desean, pero que nadie parece estar a su altura- comparaba dibujando una sonrisa coquetona, el mágico conejo de orejas asaltantes.
El mágico conejo. Tan lúcido en palabras, tan cansado en su actuar físico. Tan presente y tocable. Tan atrayente, pero inalcanzable para un pequeñito ser que descubría todo. Que quería empezar a colorear su mundo, con melodías propias. Que ya sentía la necesidad temprana, de ir más allá de lo habitual. Que quería acaparar lo atrayente, acercarse a las estrellas destellantes y dibujarlas en primera personita personal.
En forma tímida, con múltiples errores. Borrando mucho y gastando sus lápices siempre. Total, Gustavo sabía que los lápices de colores estaban para eso. Para gastarse. Para que más podrían estar.

Pero: ¿Cómo un conejo lleno de historias pegajosas, actuar vanaglorioso y abrigo ilustre, podría interactuar con él?. ¿Qué sensitivamente artístico debería de retribuirle, alguien tan menor, a un personaje arrancado del mundo etéreo más esquisto, antes visto?. ¿Alguien que se hacía llamar de esa forma chistosa y que, a la vez, proyectaba tanto por conceder, se detendría en la compañía de Gustavo?.
Entre tantas preguntas insistentes, preguntas inconducentes, que parecían alinearse como un ordenado batallón militar, en el rinconcito más inquisitivo de la mente del pequeño anfitrión, Topin seguía hablando con soltura.
Para ser más exacto, parecía que la natural cátedra de sus deslumbrantes historias seguía en el orgásmico apogeo. Y su pipa, ardía quemando años que pasaban con querer. Nostalgia, sumada a más onírica nostalgia.
-Ni te imaginas lo deslumbrante que era esta ciudad, cuando existían esas ganas sinceras de crear. Cuando bastaba con andar por el forestal y sentir que las palabras eran protagonistas, en una simple hoja en blanco. O cuando en el ambiente, se respiraba el respeto por el diálogo. Y las controversias tenían espacio en la tertulia nocturna. Bueno, tampoco digo que todo tiempo pasado fue mejor. Pero, uno se pone viejo y es más fácil hablar para atrás. Antes, cuando yo escuchaba a los grandes, me aburría de escuchar y escuchar de otros tiempos, en la mesa del pellejo- describía el conejo ilusionista de imágenes previas. De imágenes añosas. Imágenes que llamaban, sin sentido lógico ni argumentos sólidos, la atención del curioso Gustavo.
-¿Sabes?- pronunció drásticamente el conejo.
-A estas alturas, no estoy muy seguro de querer formar o ser parte, de un grupo musical. Y lo digo, porque con muchos menos años que ahora lo he intentado. Pero, mis mañas son muchas. Demasiadas. Y creo que una persona joven, debe de estar con sus pares. No sé si me entiendes- acotó con decisión febril, Topin.
Así, sin decir allá voy, ni agua va, el conejo de las mil y una historias se levantó de su asiento, agarró su abrigo confortable y se fue dando largos saltitos. Como un atlético conejo, sus piernas parecían seguir la huella recurrente, del camino antes descubierto por los otros dos anteriores visitantes.
Entre la desesperación imprevista, el querer encontrar las palabras persuasivas o los intentos de retenerlo, pronunciando un motivo categórico; torpemente Gustavo vio como se iba.
Le dieron ganas de lanzarle un grito. De llamarlo. Y decirle que era él, quizás sin saberlo ni tenerlo claro, a quién había buscado. Qué en realidad, era mucho más de lo que quería encontrar. Qué en él veía sabiduría etérea, inclasificable o comprimida. Demasiada. Mucha. Tanto así, que en el primer golpe casual del encuentro fortuito, lo había dejado sin habla.
Eso era.
Tal personaje, brotado de la nada deslumbrante, había lanzado pequeñitas semillas de creación luminosas. En su living, desprovisto de aquellas sensaciones nuevas. En su living vulnerable, tembloroso y virgen.
En ese lugar tan diario, el ritual momento del tatuador de nociones plenas, había danzado. Había danzado un conejo quejoso, que a los son de la partitura más peculiar, le había alumbrado ese camino fascinante.
Si parado afuera de su puerta, Gustavo todavía recordaba como articulaba las palabras el extrañísimo Topin. Cómo sus piernas vigorosas tomaron el camino final, para guiarlo hacia el rumbo indescifrable.
Gustavo tenía la sensación adversa que no lo volvería ver.
Y por lo mismo, no sabía si alegrarse por toparse con tan digno personaje trascendente. De tener la posibilidad, en algunas buenas décadas más, de contarle con detención a sus hijos sobre dicho acontecimiento irreal. O de lamentarse por su torpeza culposa, porque no sabía cómo ubicarlo.
Ya nada sería como antes. Ya nada tenía el mismo sentido.
El chapuzón de agua del conejo inimaginable, le había congelado el sentido primario.


Cuando se volvió a sentar en el acogedor asiento predilecto del living, tomó su charango de siempre.
Lo miraba y lo miraba. Porque sin darse cuenta, el charango amigote había sido el único testigo silencioso del encontronazo grandilocuente.
Lo miraba y le volvía a mirar, como si fuese la primera vez que lo tuviese en su poder.
De repente, tan casual como la brisa repentina que visita el rostro en otoño, Gustavo se temió preguntándose, aquella frase surrealista, sin sentido direccional:
-¿Esto será real o lo habré soñado todo?.

25 comentarios:

Carolina Moro dijo...

Querido Jorge, me tomé mi tiempo y lo leí completo. Es muy extraño, pero creo que no fue un sueño, que los personajes sí existieron y que Gustavo en el fondo eras tú.
Excelente. Cambiamos a las historias parece?

un beso

alvaro dijo...

sinceramente me dio una paja tremenda leer todo ese chorizo...
no será mejor hacer parte 1, 2 o 3
pa ver si enganchai al lector y asi de paso no asustai con textos tan largos.. (humilde opinion)
veo q tenemos casi el mismo diseñoo
salu2

Anónimo dijo...

Muy bueno el cuento. muy ligada a la música es como tierno y gracioso a la vez.
Y si no lo lees de una, te pierdes!!!!

Totis dijo...

Je!
Tuve la suerte de leer esa preciosa historia antes de ser publicada. Desde antes ya me habia gustado.
Quedo lindisima. que quieres que te diga.
saludos. se despide de tì Rocio y la comunidad escolar

Javier Sanfeliú dijo...

estupendo relato, me di el tiempo dentro de unas infernales reuniones y sí, valió la pena.

Salud

J

Anónimo dijo...

me dio mucha risa tu historia. y creo que ese tipo de personajes siempre andan dando vueltas en nuestra infancia.

Un beso enorme.

Nachitaxxx dijo...

Bellisimo, sinceramente.
Había oído comentarios de lo bien que escribías, pero ahora me convencí por mi misma y quede en el aire.
Quizás todos tenemos un conejo Topin en nuestra vida... todos encontramos antes de darnos cuenta la pista de lo que queremos ser.
Te has ganado toda mi admiración...
:D

pauli dijo...

ja! .. kreo ke los comentarios pasan por màs ke genial...

nunka te habia leido y me encantò lo ke alcanze a ver el dìa de hoy...

espero ver màs de lo bueno...

besos

aiòz!

ahhh pd. una critika a lo de Niezsche...
la verdad es mujer!, la voluntad de poder...importante no??

Anónimo dijo...

que bonita tu historia. y los visitantes de Gustavo son geniales!!!!!!!!. me los imagine y me dieron mucha risa porque parece que tengo un amigo que seriaa el perro electronico. en una de esas lo conoces y te inspiraste en el jajajajajja.
leia esa parte y lo vinculaba hasta con su tono de voz, le enviare un mail para que lea tu cuento.
y yo creo que la historia existio o existe si logras conectarte con ella. si tus alas vuelan libremente.

anais.

Jorge Gabriel Cruz Armas dijo...

Tu visita es lo importante; por mi parte nos comparto música nuestra: http://www.nuestrocanto.cl, Huerta, Anabalón, Mattus, Joaco..., etc, etc, etc, etc, etc, etc, etc, etc, etc, etc, etc, etc..., ..., ..., ~~

Jorge Gabriel Cruz Armas dijo...

Huerta: Luceros(fundamentalmente, para mi emoción); otros: descubridlos...

Jorge Gabriel Cruz Armas dijo...

descubrid las

Anónimo dijo...

lo unico malo del cuento es que deberia ser publicado en otro medio. gran historia. Felicitaciones.

Gabriel.

Anónimo dijo...

lo unico malo del cuento es que deberia ser publicado en otro medio. gran historia. Felicitaciones.

Gabriel.

Anónimo dijo...

charango rock compadre!!! me acorde de ese temazo de los sexual democracia.
buena historia la aventura de gustavo.

un abrazo

Anónimo dijo...

He leido parte de tu blog y lo encontre interesante.
sobre lihn me parece genial que se siga hablando de el. asi muchos podrian conocer sus poesias. sobre lo programa de radio intentare de escucharlo de vuelta al atrabajo.
sobre tu relato es divertido y como ya han dicho muy tierno, me revivó esa parte infantil olvidada con el tiempo.
la aparicion del conejop topín fue genial.
seguire visitando tu blog.

Musa Floydiana dijo...

Se torna especial al activarse la imaginacion, aquella que esta dormida, la que ya no lee muchos cuentos y quizas ya ni los recuerda. Me refiero a la profundizacion de manera simple lograda con aquellos personajes reconocibles por ser de una u otra manera poco fugacez...pero quizas ya guardados en el baul de la nuestras casa. Momento preciso para recobrarlos, inspirar sus aires recorfortantes.
Hay mucha razon por alli quien dice " deberia ser publicado en otro medio" que no se quede tan solo aqui J.S.T., lo que se crea nunca se muere solo desaparece de manera espontanea eso lo escuche hace poco. Aun espero alguna publicacion...tu sabes como, por el paseo que sea encontrarme con una libreria y leer tu nombre y apellidos en el intante.Entrar y salir con un ejemplar vuestro. Felicitaciones...por Gustavo...por ser fotogenico... y topin....conejito enojon...

pd:Feliz...cumpleaños ( adelantada en unas horas).

Fernanda dijo...

lo leiy me acorde altiro del pricipito...
esta my lindo tu cuento...
y en verdad creo q historias asi ,sí pasan (por lo menos a mi),q tengo muchos topin en vida,muchas personas q me ayudaron a ver lo q realmente esta destinada a ser...
tu sigue escribiendo y yo seguire leyendo...
chausito.

Anónimo dijo...

feliz cumpleañoz!!!!!
portate bien y sigue escribiendo
quiero leerte cada dia mas.
paula.

marze pac dijo...

y no habra sido tu sueño?

saludos, y espero leerte más.

Anónimo dijo...

sueño o no sueño es muy hermosa tu historia.
ojala sigas escribiendo asi.

Anónimo dijo...

he llegado tarde un poco a las felictaciones pero nunca estand e mas.
el conejo enojon muy llamativo.

seguire dando vueltas por aca.

Jorge Saavedra dijo...

Gracias. Gracias inconmensurables a todos los que, en cuerpo presente o palabras silenciosas, han dejado algo a la pasada.
Este acto de imaginería absoluta, que en términos prácticos o racionales sería difícil de definir, no cumpliría su ciclo preciso, sin vuestras retroactivas opiniones.
Falta la mirada adversa. Aquellas que, con o sin argumentos enumerados, coloque disonancia. Pensaba que estaría más temprano que tarde, presente. Pero, en fin. Ya llegará.
Sobre el cuento en sí, que les puedo comentar. Ustedes saben que los niños acostumbran a ser muy fantasiosos. Que no siempre esas vocecitas insistentes, hablan con la realidad lapidaria.
Aunque en una de esas... Dicen que uno nunca puede decir, de esta agua no beberé.

Anónimo dijo...

que bonito blog.

Anónimo dijo...

muy tierno melómano y espacial tu cuento.