Entre Caníbales

Aires convulsionados y demasiados quejosos para el momento del acabe.
Biografías express, análisis poco reposados o centenares de ojos entrecruzados.
Febrilmente, como cuándo nadie logra dictaminar el diagnóstico infalible, lo giratorio de la escena localiza.
Todos se contemplan, preguntándose a sí mismo: “Si ya ha llegado el minuto”. O el día.
Si serán privilegiados protagonistas de la crónica que siempre quisieron escribir o el despacho lloroso que hará sentir, el retroactivo orgullo familiar.
Habrá que seguir preguntando.
Oliendo.
Fantaseando el venidero final de película.
Porque entre más miran sus relojes, el satélite se justifica menos.

Demasiado próximo... En nuestra sintonía local se escucha la exigua capacidad del relato forzado, denotando un irrisorio acento madrileño mal pronunciado, lo que no parece incomodar a aquella periodista nerviosa.
Parece que las circunstancias la apremian y esforzándose al máximo, trata de proyectar los siguientes pasos.
Trata de conectarse con las palabras sensatas. O de buscar la metáfora deferente.
Trata, porque en ese intento...
Informaciones contradictorias, las ventanas a medio cerrar que denuncian y aquellos editores demandantes insistiendo hasta el cansancio. Además los instantes rígidos y el oportunismo malicioso de la agencia noticiosa macabra, aliñan el saborcito ideal.
En el entorno decrépito del exterior, las imágenes reporteriles se suceden. Pasan, sin detenerse.
Todo pasa, nadie responde. Muchos claman, otros se conforman.

Esa esencia ya consagrada, lúcida hasta la medula sangrante, parece que deja de latir.
Afuera, todos lanzan horas.
Otros, los más radicales e inocentes, caen en la lástima hacia sí mismo.
Se miran, se tocan. Se explican. Murmullan...

Muy lejano... Santiago te cobija.
El momento del discurso oportunista, del cuál sólo se gesticula sin practicarse, alimenta de sobremanera a los estómagos hambrientos o codiciosos.
Habrá que pensar en esa “breve cuña para el despacho requerido” del flash alucinante.
Habrá que estar en la pasarela de egos, la cuál puede generar más votos o felicitaciones entre los pares.
Total el negro siempre estiliza la figura y, a veces, conlleva el estado reflexivo muy aparatoso.
Y entre estar y no estar.
Porque quienes fingen un bullicio espiritual, acorde para la última homilía en nombre de Juan Pablo II, se enarbolan cuando miran al auto referente espejo utilitario.
Ahora, después que el bumerang circunstancial parece doblar hacia sus direcciones falsas, es practicable atribuirse la cercanía celestial. Incluso lo que dictamina las palabras de buena crianza o el “abecé de la estrellita rufián y comunicacional” , parece ser sensato:
¿Temas valóricos , los cuales serán prioritarios en el cercano “choque de ideas mercantiles”, que adornarán la próxima elección presidencial?.

No más.
Ojalá que la forma conveniente e interesada, no se siga comiendo al fondo de verdadero sentir.
Espero y creo.
No sólo espero. Es más, suelo también confiar.