jueves, febrero 24, 2005
Entre la Luna y La Sintonia de Estar...
Los cómplices momentos siempre han estado presente, en cada palabra dada, cuando aquellas noches se trasforman en sesiones necesarias. Segundos que placen o que se adecuan a vuestra voluntad culposa.
La conversación, teñida de los vaivenes del coqueteo implícito, hace pensar hacia donde girará todo. El respirar se siente calando hondo, hasta en kilómetros en la abúlica manzana, de aquella ciudad con forma de casco romano.
Mientras en ese dial universal que no llega tan fácilmente a tu hogar, sirve como telón de fondo para nuestros comportamientos reciclados.
¿Porqué imaginarse nada más que un silencio inexcusable?.
¿Será adicción adorable?.
A lo mejor. ¿Quizás?... ¿Haber, ayúdame, cómo decírtelo?.
Cómo haciendo el guiño a cualquier acto sicomágico, los cuerpos piden estar. Se colapsan por completo. Quieren sanarse. Claman por interiorizarse de lo mejor de cada uno. Así de mutuo acuerdo, sin dobleces de por medio y amparados en la serenidad del agotador acto.
(Segundos más o menos. Tiempo que conllevan el término del nerviosismo asistido. La voz que denota un "no sé como hacerlo"). Aterrizamos.
El pedazo de tela que tiñe tus extremidades, sube sin dudas. Lo demás, esta esperando por ser desalojado. Y los temblores alucinantes, acompañan un rito creado sutilmente por tu capricho sentido femenino.
El ritmo es tímido, al inicio, aunque todas esas imágenes proyectadas en tu inconsciente más perverso revelan una dualidad cautivadora. Por una parte, explorando con pulcritud un sendero incógnito. Y desde el otro plano angular, tus gemidos que proclaman la intensidad de los movimientos ondulatorios y flexibles.
Los detalles. Cada milimétrico detalle.
Cada uno, denota esta obsesión plagada de entrega ciega. No hace falta explicaciones, ni tampoco pensar en el pasado.
¿Vendrán a Chile?. ¿O era simplemente la excusa para dar el “puntapié inicial de mi segundo tiempo vivencial” tan reflexionado y auto analizado?
¿Mejor seguir con el estribillo escuchado?
¿La mano contra el rincón claroscuro de la ventana iluminadora de tu actuar más rutinario?. ¿Quieres tomar aire y lanzarte con fuerza decidora?
Al animarte, atreverte y confiar, emanas esa predisposición generosa.
Ya nada importa, sólo las armonías que te dictan lo que vendrá.
“Y sigue y sigue”... ¿Ves que te descifro cuando quiero?.
Tan tierna y vulnerable.
Tan pro activa y como “buena alumna en práctica”, ejercitas todo lo almacenados en meses. No quieres reprobar, aunque esa idea desquiciante no te desanima para nada.
“¿Déjame para Marzo, Abril o Junio, Maldito?...
Mejor, repruébame sin piedad. Qué siempre deba de pensar lo examinada que paso junto a tu compañía”.
¿2 por 1?. ¿Cine capitalino desolado, en donde nadie se interesa al mirar y nosotros nos reímos al ingresar?.
Fue demasiado, por estas horas, para dos inquietas mentes que están compartiendo o fusionando el mundo del querer hacer y proponer.
Para concluir y empleando ese mal enseñado hábito profesional, la frase del titular sería:
“No hay nada más dulce que el deseo en cadena”.
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