Esa Luz que ya no se apagóA veces odio, terminantemente, haber colocado oídos a ciertas melodías y percibir algunas sensaciones. Las odio porque por decodificar fidedignamente una sustancia fragmentada de lo que quiero llegar a ser o fuí, me golpean. Eso sin caer en justicia propia y decir que aunque los años pasen, las canciones siguen allí intactas para que la relectura sean bastante más intensas.
No sé, ni pretendo acordarme, el cómo llegó a mis manos un álbum que cae majaderamente en los listados de clásicos e imprescindible por la prensa especializada.
Eso ya no cuenta, ni viene al caso. Porque un disco alza su propio respiro en cada receptor, al momento de hacer sonoros círculos envolventes y recrudecer con sus letras o historias, en las habitaciones de cada uno. Con sus pequeños guiños incluídos que huelen a familiares, de tanto ejecutarse.
Mientras cumplía la primera década de vida y las tardes de ocio me cobijaban con largas
jornadas radiales bastante "ochenteras", la dupla siempre inquieta conformada por dos jóvenes oriundos de Manchester daban un giro más esencialmente rockabilly al rescate de literatos introspectivos y figuras cinematográficas muy llamativas. Así gracias a letras tan decidoras como: "Life is very long when your lonely", The Smiths hizo palpable la estampa del romántico y tristón oyente por excelencia. Eso sí con tics bastante contingentes, bien acogedores, nada que se pueda tajar con la enunciación insípida de otras agrupaciones pares cargadas al excesivo maquillaje.Porque aquellos chicos que posaban en el edificio Salford Lads Club para "The Queen is Dead" se vieron profusamente reflejados en verdaderos códigos de barras inclasificables, en cuánto a la emotividad conducente y no tan racional, a lo extenso de su breve y consistente discografía.
Es que no sólo en los libros se dejan suspensos pendientes y se retoman al encontrar la hoja marcada, sin considerar al abúlico factor tiempo.
