jueves, marzo 17, 2005

Verde Claro


Acostumbro a caminar sin sentidos, relajarme y acompañarme de melodías amigables. Mejor aliciente, sin necesidad de ser desencadenado por enfrentar periodos emocionales complejos, aún no encuentro.
Cómo cualquier hábito ya asimilado, se vuelve tan propio que cualquiera explicación más racional estaría de sobra.

Vivo en una comuna, donde están a la mano varias plazas. Abandonas, pintadas por plumones adolescentes o barristas furiosos. Mal mantenidas, demasiadas pequeñas o sin mucha vida.

Pero, al fin y al cabo, son plazas.

Donde entre tantos desvíos progresista, que nos debiera de parecer ventajosos, las casas aún tienden a ser largas y angostas.
Entre los pasos rápidos o animosos, es impredecible entender hacia donde girará las preponderantes preocupaciones que suelo tener.
Tanto olor a humedad ambiental post lluvia, los niños receptivos que se amparan en sus coches azules, portadas “contingentes” o invasivas de otros y quienes nos sentimos mayores; pasando raudos por la inmediatez del minuto.

El semáforo suele estar en rojo.
Me siento vivo e integrado.
¿Qué terriblemente egocéntrico suena todo?

Simple y directo.

Nada de ambiguedades.
Ahora puedo pasar. Aunque el color verde, visualmente, me resulta breve.

Pensar que me alienta ese espíritu de cuestionarme, incluso frente a los hechos más dolorosos, para después derivar en resultados terapéuticos y retroactivos.
No sirven divagaciones.
Cuando entiendes que es restaurador enfrentar cualquier dolor, sin el ánimo de enarbolar la bandeja del masoquismo enfermizo, comprendes cuál es el sentido de fondo.
Y si sigues escarbando con tu uña bien afilada, obtienes en donde y porqué te equivocaste.
No por nada, las frases hechas o comunes reflejan tan condensadamente la esencia del momento.

Igual lo que nos pasa a menudo es comprensible.

Dado que el paradigma evasivo de Occidente nos determina lo contrario, es mucho más fácil “hacerse el loco”.
Suena menos demandante. Total basta con tener algunos contactos para conseguir cajas de Fluoxetina.
Además es comunitariamente aceptable, el no reconocernos con nuestras mayoritarias debilidades y triunfos a medias, que frecuentan inundarnos.

El ejercicio es doloroso, lo sé.
Sangrar por la herida, en una primerísima instancia. Para continuar, con lentitud, enfrentando.
Pero. ¿No se trata de crecer?
Dicen que el silencio no es tiempo perdido.


Nuevamente Rojo, en el demoroso semáforo que da a la avenida.


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