Ella Baila Sola
A lo lejano, haciendo suya esas capas intangibles de sensibilidad irracional, yacía canturriando al antojo mejor logrado. Yacía cauta, imperecedera. Sus labios pronunciaban algo difuso, queriendo ser visible en los colores vivos de esa ola golpeadora. Sonaba de fondo, muy en el fondo inocuo.
En la profundidades de las tranquilidades propicias y una tarde que se listaba a formular el plácido tuto-guagua, la tecla marcaba los lugares precisos.
Sólo podría precisar que sus guiños melodiosos servían para acurrucarse, tomar iniciativa del "sí, necesito más" y darse unos buenos giros. Todo sobre la marcha, danzando mientras aquellas pequeñas gotitas lluviosas caían sobre mis mejillas.
Valdivia se lucía con su viento sanador y gracias a lo envolvente de la isla bien guardada, llamada Mancera.
Mientras, congruentes en las voces femeninas que recorrían partes milimétricas de ese cuadro, las ganas de despertar eran silenciosas. Pese a que el presente fornido golpeaba parte de ese entonces, los desagrados dormían para el eterno después.
Elizabeth Fraser seguía delineando delicadamente sus compases. Se hacía toda juguetona, moviendose de un lado hacia otro, para allá, para acá. Y el ejercicio indicado de seguir con los ojos cerrados, era de obviedad absoluta.
Dandose vuelta, tomándola de la cintura, sintiendo su aroma del atardecer, susurrándose letras inconducentes, sintiendose inocente, sintiendose un endeble "rey feo de colegio en la básica", bailando el vals improvisto o natural, en sus manos breves de gelatinas. No queriendo despertar jamás, ni tener que recorrer los más de ochocientos kilómetros que me devolvían al aquí consciente.
Porque sus dubitativas imágenes, dulzonas y entonadas con chocolate caliente, me instalaban en lo otro. En lo otro, verbalizado en el paralelismo que es difícil de detallar e inalcanzable al vistazo general.
Una vez que llegué al destino acostumbrado, me obsesioné urguetiando en disquerias afines.
Por largos meses, derivados en secuenciales años, estuvieron y estarán allí.
Aunque parezca injustificable o apelable al antojadizo sentir mañoso, en Valdivia, cerquita de Niebla, debería de existir una escondida calle, bajo el nombre de Cocteau Twins.
martes, febrero 14, 2006
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8 comentarios:
Las palabras ahora más que imagenes trasladan a escenas...como de una película sucesiva...
Valdivia y sus colores, acompañados de inviernos, cubiertos de agua y frío sempiterno...
Buscando la música tanto, para después cambiarla como ciclicamente, para bailar de otra forma diferente, donde se perdieron las horas que un día empezaron a contar y quitar...¿despiadadas, razonables?
Como no sentir que los pasos se dibujan impensables alrededor de ese río donde no se busca fondo, sino simplemente una forma de navegar...
Auf Wiedersehen!
Buena prosa, viejo.
Mis amigos de Congelador tocaron hace poco en el Fuerte Niebla, y llegaron contando que la onda había sido alucinante...
Viste? insisto en la conexión. Depende de la mirada y la tuya siempre que va por algo lo encuentra y eso... es un don.
Un abrazote
Me encanta como escribes!
Saludos,
Suena tibio, como acurrucarse en una tarde de frío invierno y tomar chocolate caliente mientras llueve...
Lindo post
Un abrazo
Yvette
La Libélula
:)
A mí también me gusta Cocteau Twins, pero los tengo medio botados, porque los asocio con una época de mi vida que hoy me parece ajena. (el inconsciente hace curiosas asociaciones) Leer tu post, fue como volver a conectarme con la atmósfera que trasmiten, con su belleza reflectora. Buen momento
Saludos
Persephone nada mas que eso.
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